lunes, 30 de mayo de 2011

Mi móvil y yo.

Vaya por delante que considero el móvil uno de los mejores inventos del siglo pasado. Pero mi relación con él es de amor y odio;  me da tantos disgustos como alegrías. Sin duda es muy bueno poder localizar o que te localicen en cualquier momento y sobre todo, hablar con  los seres queridos, pero… ¿y cuando llega alguna factura sorpresa?, ¿y el soponcio que me llevé cuando mi hija perdió el suyo, y yo sin saberlo, la llamé, y me contestó otra persona haciéndose pasar por ella?, o cuando no llevo las gafas y no veo los números, o el sol no me deja ver en la pantalla lo que estoy haciendo. ¿Y la ansiedad que va subiendo de nivel,  cuando llamo a mis hijos y no me contestan, (para qué demonios  les sirve el teléfono a estos críos)?... Vaya una pregunta absurda.

También hay cosas que son por mi falta de atención,  lo reconozco,  como que se acabe la batería en el momento más inoportuno, o dejar mi número para estar localizada, y cuando llego a casa guardo el bolso en el armario y me olvido de él, como si la gente supiera que como ya no estoy en la calle, me tienen que llamar al fijo.

Y por último,  la famosa pregunta ¿dónde estás?,que yo no puedo evitar hacer, sobre todo a mis hijos, y con seguridad, que a veces es de lo más indiscreto.

Pero bueno, seguiré peleándome con él y algún día, tal vez, seremos amigos.

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