Vaya por delante que considero el móvil uno de los mejores inventos del siglo pasado. Pero mi relación con él es de amor y odio; me da tantos disgustos como alegrías. Sin duda es muy bueno poder localizar o que te localicen en cualquier momento y sobre todo, hablar con los seres queridos, pero… ¿y cuando llega alguna factura sorpresa?, ¿y el soponcio que me llevé cuando mi hija perdió el suyo, y yo sin saberlo, la llamé, y me contestó otra persona haciéndose pasar por ella?, o cuando no llevo las gafas y no veo los números, o el sol no me deja ver en la pantalla lo que estoy haciendo. ¿Y la ansiedad que va subiendo de nivel, cuando llamo a mis hijos y no me contestan, (para qué demonios les sirve el teléfono a estos críos)?... Vaya una pregunta absurda.
También hay cosas que son por mi falta de atención, lo reconozco, como que se acabe la batería en el momento más inoportuno, o dejar mi número para estar localizada, y cuando llego a casa guardo el bolso en el armario y me olvido de él, como si la gente supiera que como ya no estoy en la calle, me tienen que llamar al fijo.
Y por último, la famosa pregunta ¿dónde estás?,que yo no puedo evitar hacer, sobre todo a mis hijos, y con seguridad, que a veces es de lo más indiscreto.
Pero bueno, seguiré peleándome con él y algún día, tal vez, seremos amigos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.