Conversaciones en la madrugada

El teléfono fijo de casa está sonando, no sé cuánto tiempo hace, porque me acaba de despertar, me levanto y salgo de mi habitación, pero cuando llego al salón, que está al otro extremo de la casa, y cojo el auricular, cuelgan y solo escucho el sonido de la línea disponible.

Entre las telarañas del sueño pienso: ¿Qué hora es? El reloj marca las 2´00 de la madrugada de un sábado cualquiera de este verano.

¿Quién sería? Mi hijo se ha ido a dar una vuelta y la puerta de su habitación está abierta, así que no ha vuelto.

 A mi hija la ha recogido una amiga  y tampoco ha regresado.

¿Les habrá pasado algo?.

¿Sería mi madre? Ya es mayor y vive sola.

Tal vez es alguien que se ha equivocado.

En ese momento, suena mi móvil que duerme encima de mi mesita de noche, así que vuelvo a toda prisa al dormitorio. No veo quien me llama en la pantalla porque no llevo las gafas, por lo que contesto directamente y ya un poco nerviosa, es evidente que me están buscando.

-Si ¿Quién es?

-¡Mama!, ¿me he dejado mis zapatos negros de tacón en mi habitación?, escucho decir a mi hija.

-¿Queeeeeeeeeeeee? Es lo único que acierto a decir, mientras pienso  ¡esta niña está como una cabra ¡¿Se ha ido descalza?

-Qué me he traído ropa para cambiarme y no sé si me he dejado los zapatos negros de tacón, ahí, o en el coche de Patricia ¿puedes mirar en mi habitación? Me aclara

En este punto he de decir que la tal niña tiene más o menos una docena de zapatos con esas características.

Así que sin pensarlo dos veces, sin mirar en ningún sitio y con los ojos como un búho, le digo: 

-Sí, están aquí y dentro de un rato largo, cuando vuelvas, antes de acostarte los ordenas y mientras, vas pensando si son horas de llamar para preocuparse por unos zapatos y cuando acabes, sacas al perro a pasear para que yo pueda dormir y recuperar el sueño que he perdido.

Doy fe, de que todo lo relatado está basado en hechos reales... aunque parezca mentira. Y que madre no hay mas que una. ¿A quién más se le puede hacer esto?.