miércoles, 13 de julio de 2011

La presencia

Ya está aquí, como cada día. Noto su presencia y su respiración. Cuando abra los ojos, veré a escasos centímetros de mi cara, una nariz negra y húmeda, seguida de unos ojos -cada uno de un color-, fijos en mí y todo coronado por unas orejotas enormes y peludas. Yo pienso para mí: ¡Yogui, me tienes “aburría”!, como dicen en mi pueblo a los pelmazos.

Si ladrara y armara jaleo, seguramente me enfadaría y me daría motivos para no hacerle caso, pero esa figura silenciosa que espera con tanta paciencia y constancia, me toca la fibra sensible y hace que me levante para sacarlo a pasear. El muy sinvergüenza me ha cogido el tranquillo, y a las siete de la mañana, ya estamos los dos dando vueltas por el barrio, él levantado la pata en sus árboles favoritos y yo con cara de sueño.

Y pensando en todo esto, se me ha ocurrido que si esta táctica se les pudiera aplicar a los políticos, tal vez irían mejor las cosas. No me refiero a ir a despertarlos en su cama, faltaría más, pero sí que una presencia silenciosa -que impone más que los gritos-, les recordara todos los días que tienen que cumplir con su obligación. Tal vez, al que le quede conciencia, le podríamos sacar punta.

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